El estudio
de la transculturación afrocubana es fundamental
para interpretar el paisaje transnacional cubano de hoy.
La tragedia del 9/11 marca el final de la polarización
política finisecular y lanza a los pensadores y estadistas
contemporáneos dentro de un nuevo siglo de valores
extraterritoriales: un nuevo orden donde la aculturación
pudiera convertirse en herramienta de genocidio social a
manos de las culturas corporativas prominentes.
Es por lo antes expuesto que el trabajo Avatares
de la transculturación orticiana de Jesús
Guanche aparece publicado aquí en un momento muy
oportuno para iluminar las nuevas corrientes de interpretación
transnacional con “ciencia, conciencia y paciencia”.
La cultura afrocubana, como aparece documentada en la experiencia
que describo junto a Beatriz de Oca en Munanso Ungundo,
continúa evolucionando con plena ebullición
transcultural en muchas comunidades de Norteamérica
y del mundo.
Tambores de la República, artículo
que escribo junto a Maria Esther Ortiz, ilustra cómo
un arte de gran trascendencia social y religiosa prevaleció
durante la Republica y llega hasta nuestros días.
La información de primera mano que compilan Abel
G. Fagundo y Orlando Mujica en sus ediciones de Yemayá
se lanza a la super-autopista de las comunicaciones cabalgando
con autoridad matancera hasta la inmensa aldea global de
la Internet.
La Ruta del Esclavo africano marca el proceso de globalización
de los grandes capitales mundiales. La aculturación
del indio y del negro fue la ideología religiosa
de los conquistadores europeos.
Cultura y religión son los brazos transculturales
del pensamiento humanista desde antes que las Cruzadas y
la Guerra Santa definieran un nuevo orden transnacional.
La caída de las Torres Gemelas en Nueva York y el
terrorismo internacional demuestran que cultura y religión
siguen siendo arcilla de moldes transnacionales, en cualquier
guerra, en cualquier milenio.
Las luchas entre paleros, cristianos, santeros y espiritistas
cubanos desaparecen en la liturgia transcultural cubana
cuando la cosmogonía pluralista de la Nación
permite que un mismo individuo se funda en el crisol multicultural
afrocubano.
Quizás el estudio de procesos similares que ocurren
en todo el mundo, nos ayude a encontrar el antídoto
contra las plagas que pudiera traer consigo la globalización
corporativa en nuestro siglo, y entonces quizás podamos
redactar la filosofía de un nuevo orden que no este
basado en la conflagración armada y la violencia
social.
Transculturación quiere decir Paz y sostenimiento
de la vida. La lucha de contrarios no debe significar la
ejecución del más débil, ni la destrucción
de la biblioteca de Alejandría, la de Bagdad o la
del Congreso en Washington.