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Carlucho, "Alfa y Omega". Plata/Gelatina Pacheco. De la serie "Convivencias". Plata/gelatina Enrique Ramírez.Memorias. Plata/gelatina
Abigaíl
Abigaíl Enrique Ramírez. Visiones2. De la serie "Visiones". Plata/gelatina virado a sepia
Carlucho.
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Fotografía en Matanzas:
los milagros desnudos.
Sólo he venido a decir qué milagro Raúl Hernández Novás
Los fotógrafos apenas hablan, trabajan solos, se mueven rápido y con eficacia, son personas silenciosas. Los fotógrafos que andan en grupos y conversan a voces y ríen y se palmean, son turistas. A veces, los fotógrafos se sientan en un café durante tantos días, a las mismas horas, que la gente se olvida de ellos, los asimila al entorno. Entonces, discretamente, toman la cámara y fotografían. Enrique Ramírez Santos (Sancti Spíritus, 1960), es uno de los fundadores del Taller de Fotografía "Julius Fucik" en la Casa de la Cultura de Matanzas, en 1987. Así, comenzaba un grupo de personas a acercarse a la fotografía bajo presupuestos artísticos, toda vez que en la provincia existe una rica tradición de fotografía para medios de prensa y excelentes colecciones de fotos realizadas por aficionados en este siglo, algunas de las cuales son patrimonio cultural, de valor museable. Durante la década de los '80 este Taller facilitó la realización de exposiciones, seminarios y que se instalara un laboratorio de fotografía para sus asociados. Esto proporcionó un desarrollo coherente, la superación de los aficionados con inquietudes y una formación preliminar para nuevos artistas, su ingreso en la Asociación Hermanos Saíz (A.H.S.) y en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (U.N.E.A.C.) y el reconocimiento público a sus búsquedas artísticas. Durante la entrevista, Enrique Ramírez, antes de hablar de sí mismo y de su obra, insiste en narrarme esta etapa prolífica en ideas, iniciativas, proyectos y que permitió relacionarse, en determinados momentos, a más de una veintena de aficionados y profesionales del lente, a través de concursos, exposiciones personales y colectivas. El desarrollo de la fotografía en la provincia conoce entonces un auge coherente y promueve una manifestación de las Artes Visuales que a partir de 1987, organizaría exposiciones personales y colectivas de fotografía; en 1988 varios fotógrafos estarían presentando obras en los Salones Provinciales de Artes Plásticas y continuaría un desarrollo ascendente, permitiendo que la obra de artistas matanceros expresándose mediante la fotografía, alcance un reconocimiento nacional e internacionalmente. A finales de los ´80, Enrique estaría en una etapa de exploración influenciada por el surrealismo, donde utilizaría la fotografía viva, la instantánea, y el fotomontaje, para dar imágenes oníricas como en la colección titulada "Visiones paranoicas"; al tiempo que en la serie "Estampas de Matanzas" comenzaría a articularse un discurso del artista que se mantendría en sus obras posteriores, el concepto de la espera, o sea, situaciones en las cuales se participa en relaciones predeterminadas: esperar un tren, doblar una esquina, fotografiarse en un sitio pintoresco y fijar un instante de un ritual en el cual se sabe lo que va a pasar, cómo se debe actuar. Esta manera de enfocar un sector de la realidad al cual atendemos psicológicamente con muy poca percepción inmediata, y realzarlo, acentuando lo que hay en él de vida de los sujetos resignados o activos, pero inmersos en situaciones cotidianas que luego serán olvidadas, precisamente por ser tan rutinarias, dota a la fotografía de Enrique de una atmósfera en la cual -y aquí cito al crítico Juan Antonio Molina-: "Hay una estética del aburrimiento (así se ha referido Roberto Fernández Retamar en algún momento al cine soviético) que responde a factores culturales precisos y a circunstancias históricas concretas. Tal estética arremete los paradigmas occidentales del arte como show, que ha enmarcado la fotografía como medio de masas, destinada a satisfacer expectativas preconstruidas. Así las fotografías de Enrique Ramírez se alejan de lo que parece haber sido una necesidad psicológica para los usuarios de la imagen: la certeza de que el fotógrafo (o al menos, la cámara) estuvo allí, pero nada ocurrió" . Una de las características de la fotografía de Enrique Ramírez es la objetividad, la observación racional del instante que soslaya el pintoresquismo característico de la vida provinciana y dota de una humanidad más universal a sus personajes. El tema de la memoria, la identidad tratado en su obra de esta década, y la autoreferencialidad característica de las artes visuales cubanas de fin de siglo; se observa más recientemente en obras como "Quién es usted hoy" presentada en la Exposición Colectiva "Mi Cabeza y yo", en la cual, en tres fotos viradas a sepia representaría arquetipos cuestionando temas sociales: la disposición de un sujeto a cambiar de rol social según sea más provechoso. Son fotos planas, su tratamiento es semejante al de las utilizadas para los documentos oficiales, se descontextualizan al sobredimensionarlas, sin claroscuro, con luz excesiva. En la historia de esta manifestación, a finales de los ´80 y principios de los ´90, hay eventos que marcaron pautas en el desarrollo de la fotografía matancera: son las exposiciones de obras de Ramón Pacheco Salazar en la Fototeca de Cuba, en 1992, titulada "Confesiones de cámara" y la exposición de Abigail González y Enrique Ramírez en ese mismo año, realizada en la Galería Provincial de Arte de Matanzas y titulada "Ojos desnudos". Porque en ambas exposiciones puede advertirse el concepto del ensayo fotográfico orgánico, con un discurso organizado en torno a una temática, con obras niveladas en su tratamiento técnico y conceptual. Anteriormente, se habían presentado colecciones de fotografías de cada autor, con niveles temáticos y formales desiguales. Abigail González en su serie "Tema para Silvia" (1991) y en su participación en "Ojos desnudos" estaba estructurando las bases de un discurso estético del cuerpo humano, que no por conocido, deja de continuar siendo tema para el arte. Una actitud imparcial le permitirá abordar este tema desde el punto de vista de que lo agresivo, novedoso, misterioso, diferente está en la imagen de la realidad, no en su manipulación. El tratamiento del desnudo es asumido desde un tono impersonal, es el descubrimiento de un cuerpo en el espacio en el que debe estar. El título de la Exposición es el de una serie de fotografías de Abigail, que al decir de Molina, "demuestra la conciencia de que se está violando la frontera entre lo público y lo privado, entre lo exhibido y lo sólo disfrutable mediante la observación prohibida, entre el mirar y el fisgonear". En las palabras al Catálogo de la exposición "Mi cabeza y yo", Yamila Gordillo escribió: "La fotografía en el conjunto de Abigail González "Mentiras del cuerpo" manifiesta buena factura y oficio, tomando el discurso de las minorías, a partir de su propia figura transgrede la sexualidad socialmente autorizada" . Otra de las Exposiciones colectivas significativas en el desarrollo de la fotografía en Matanzas, es "El voluble rostro de la realidad", considerada una de las más importantes de la década de los '90. Esta exposición, realizada en 1996 por la Fundación Ludwig en Ciudad de La Habana, agruparía un importante sector de la fotografía artística de Cuba, y significaría el reconocimiento de artistas matanceros incluidos en la muestra debido al alto valor de sus obras. Entre esos artistas estaba Ramón Pacheco Salazar, que desde 1991 había iniciado su gran ensayo fotográfico "Convivencias", del cual desglosaría una serie de fotos que reflejaban la realidad en sectores marginales; incluyendo en la gran muestra de fotografía cubana, imágenes de las carencias y el empeoramiento de los niveles de vida producidos por el Período Especial en Cuba. Ramón Pacheco (Ranchuelo, Villa Clara, 1954) es un foto reportero autodidacta, profesionalmente vinculado a los medios de prensa y que ha realizado una obra muy coherente, sustentada en la realidad de los sectores marginales de la sociedad, de gran consistencia estética y que funciona documentando en un lenguaje plástico contemporáneo una imagen sumamente narrativa y metafórica. A comienzos de la década de los '80, su serie "Desnudos para un poema de amor" significó una evolución en el tratamiento del desnudo en la fotografía, Su trabajo se basa en la investigación del sujeto de su obra, para posteriormente generar una abstracción del hecho concreto y procurar una universalización del mensaje. Este propósito de doble lectura: la del documento y la de la validación de las historias individuales por medio del arte tiene su soporte natural en el formato de libro, pues permite la relación entre imágenes de una secuencia, destacando así su carácter de documento. La realidad que le interesa, es la realidad alienada, la de los olvidados, los que no son noticia, y su trabajo se basa en la convivencia del artista con estas personas que lo aceptan. Nuevamente me remito a Juan Antonio Molina, que ha estudiado la fotografía de estos artistas con gran rigor, y que señala en la obra de Pacheco una ambivalencia entre el rigor y la objetividad del foto reportero y , por otra parte, la carga poética de las mismas, el hecho de que la subjetividad les dé un estilo personal reconocible, de autor. Carlos Vega (Carlucho), pese a estar considerado entre los primeros fotógrafos que reanudaron el discurso con el cuerpo femenino desnudo en la década de los ´80, reniega de los encasillamientos y aclara que el desnudo es un área o zona más de su obra. Y es cierto. Sólo que en esta zona abrió, junto al fotógrafo Juan José Vidal , la zona de este discurso en la fotografía cubana contemporánea de los últimos veinte años. En otras series y fotogramas, abordará otros asuntos, con el mismo
sentido de trascendencia, intemporalidad, universalidad. Pero en sus desnudos
hay una esencia de humanidad, ese ser humano solitario que, si estuviera
vestido, quizá pensaría en otro asunto, sentiría
otras emociones, estaría rodeado de personas que no veríamos
por estar fuera del campo de la foto... en tanto, que esa mujer sentada
ante una ventana, desnuda, nos revela algo más que la simple y
erótica visión del voyeur: toda la trascendencia, la reflexión,
la vida interior, soberbiamente guiada por el artista hacia ese instante
o estado de intenso dramatismo donde la modelo alcanza, con una gestualidad
hondamente estudiada y dirigida, una intensa melancolía,; ese instante
que el artista sólo podía expresar por medio de una técnica
muy precisa: la fotografía. María Esther Ortiz
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