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El cuerpo del delito.

  (Pertenece al artículo La muerte de la niña Cecilia)

    Cuando se abrió la bóveda setenta y seis años mas tarde, Ercilio Vento pudo confirmar que "el esqueleto de la menor inhumada, aun cuando no se encontraba en un buen estado de preservación, era el propio de un infante de no más de nueve meses de edad; en otras palabras; no se trataba en modo alguno del cadáver de Cecilia Dalcourt Jaruco. El cuerpo de Cecilia nunca fue encontrado, por lo que el elemento de prueba acusatoria verdadero nunca fue aportado".

     Pero aquella tarde de 1919, los ánimos caldeados después del supuesto hallazgo de los restos de la desaparecida, entraron en ebullición dando cita a centenares de personas que marcharon desde el cementerio como un alud de rabia al que siguieron sumándose las gentes con velas encendidas mientras la manifestación recorría la ciudad de punta a punta, hasta llegar al Castillo de San Severino, donde se encontraban los acusados de perpetrar el crimen.

     "Un modesto ciudadano nombrado Ovidio, toma la representación popular y va de café en café, propalando la especie de que el Gobernador, el Alcalde y las demás autoridades permanecen impasibles ante la aptitud  extraña del juez porque son 'amigos de los brujos'" publica El Mundo de La Habana, el martes 1ro. de Julio refiriéndose al periodista de El Imparcial.

     El mismo periódico narra cómo la manifestación llegó ante los muros del Castillo aquella noche de domingo y reclamó que se entregase a los brujos. Los soldados conminaron a los manifestantes a disolverse y estos trataron de entrar por la fuerza en la fortaleza, donde fueron recibidos por los disparos que hirieron a varios, mataron a dos y contuvieron a los demás. 

"Cuando aún la sangre caliente del pueblo dejaba su huella palpitante en las losas de la entrada del Castillo de San Severino, los disparos de las tropas alarmaron nuevamente a la población; en uno de sus pasillos érales aplicada a los brujos la Ley de Fuga" (Semanario La Caricatura. La Habana, domingo 6 de julio). 

"En el Castillo de San Severino han permitido la entrada en grupos de a ocho al pueblo para ver a los brujos muertos anoche. No han podido ser trasladados al cementerio los cadáveres porque más de mil personas esperan en este lugar con latas de petróleo con el propósito de quemarlos. Dísese que por la madrugada serán enterrados" (Diario de La Marina. La Habana, martes 1 de julio). 

"Ante este estado de las cosas, el alcalde de esta ciudad, Sr. Carnot, ha pedido ante el supervisor que la ciudad sea entregada al Ejército. El pueblo está indignado, guardando el orden las tropas que, militarmente tomada la plaza, patrullan las calles", telegrafiaba el corresponsal Pedro Simeón al periódico La Lucha de La Habana, el martes 1ro de Julio. 

     Los sucesos de Junio de 19919 se convirtieron en una ofensiva política contra la administración pública del alcalde Armando Carnot y contra su política liberal desde que fuera electo en 1916. La renuncia de Armando Carnot pesa aún sobre Matanzas, ciudad que muchos consideran la capital de AfroCuba.

    Al emitirse la sentencia No. 74, Causa No. 306 del Juzgado de Instrucción Especial de Matanzas del 12 de abril de 1920, se declaró absueltos por falta de pruebas a los ocho procesados, incluyendo a los cinco que habían muerto al aplicárseles la ley de fuga en el Castillo de San Severino.

     Esos 5 cadáveres representan el único "cuerpo del delito" que las evidencias de aquella época han podido aportar para el juicio de la Historia.

     En cualquier estudio afrocubano debe darse constancia de las fuentes remitidas por la "memoria colectiva" de la región: la  voz popular guarda constancia hasta nuestros días de que los padres de la niña Cecilia eran de piel y configuración negra, mientras que la niña era blanca, demasiado "adelantada" para sus progenitores, y según la tradición oral, era en realidad hija no reconocida del bodeguero español que tenía su mercado en
aquella misma esquina.

     Se dice que el bodeguero asustado por la tensión en la Ciudad, cerró su negocio y regresóa su tierra natal.  También se cuenta que el bodeguero secuestró a Cecilia, llevándose consigo a España el fruto de sus amores ilícitos y la manzana de la discordia racial que desencadenó la persecución de los Brujos aquella noche de San Juan.

 

FUENTES CITADAS

 

-         Ortiz, Fernando, 1906. Los Negros Brujos. La Antorcha, 30 de junio de 1919, La Habana, Cuba.

-         Helg, Aline, 1995. Our Rightful Share (The Afro-Cuban Struggle for Equality, 1886-1912). The University of North Carolina Press.

 -         Marimón, Tápanes Luis, 1984. Las 7 muertes de la Niña Cecilia. Libro inédito.

 -         Chávez Álvarez, Ernesto, 1987. El crimen de la niña Cecilia. Editorial Ciencias               Sociales, La Habana, Cuba.

-         El Imparcial, 24 de junio de 1919. Matanzas, Cuba.

------------ 1 de julio de 1919.

------------ 25 de junio de 1919.

------------ 27 de junio de 1919.

------------ 26 de junio de 1919.

 -         La Discusión, 28 de junio de 1919. La Habana, Cuba.

 -         Cabrera, Lydia, (1954). El Monte. (Igbo-Finda, Ewe Orisha, Vititi Nfinda). Colección del Chicherekú, Ediciones Universal, Miami, Florida, U.S.A. 1992.

 -         Bolívar Aróstegui, Natalia & Gonzáles Díaz, Carmen, 1998. Ta Makuende Yaya y las Reglas de Palo Monte. Ediciones Unión, La Habana, Cuba. 1998.

 -         El Día, 1 de julio de 1919. La Habana, Cuba.

 -         El Diario de la Marina, 30 de junio de 1919, La Habana, Cuba.

 -         El Mundo, 1 de julio de 1919, La Habana, Cuba.

 -         La Caricatura, 6 de julio de 1919, La Habana, Cuba.

 -         La Lucha, 1 de julio de 1919, La Habana, Cuba.

 -         Archivo Provincial de Matanzas, Cuba.

 
 
 
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