Me he permitido esta introducción
histórica porque el culto a los orishas o entidades
míticas yorubás tuvo su conformación
definitiva en claros procesos de sincretismo y deculturaciones,
ora sucesivos o coincidentes, tanto entre una cultura
más fuerte representada por los oyoes o yorubás
que eran los akús que dominaban los metales
y grupos de menor desarrollo (sin conocer estas técnicas)
como los nagós, lucumíes e ibós;
pero también con culturas vecinas en relativa
igualdad de fuerzas y desarrollo tal los adjas, ewes,
y fong dahomeyanos o los nupes, takuas o empés
que habitan el noroeste de Nigeria (3).
Es notorio que a la par de la ocupación que
realizan los oyoes o yorubás y consolidada
con la fundación de importantes ciudades como
Oyó, Ogbomoso, Abeokuta, Ifé, Ilesha,
Iponda, Osogbo, Ejigbó, Aramoko, Iré
e Ibadam, vemos acontecer un proceso de establecimiento
de cultos locales donde las divinidades de origen
ibó y lucumí quedan suplantadas por
las yorubás, restando huellas de las mencionadas
sustituciones, ocasionalmente poco pacíficas,
incorporadas a las formas y prácticas litúrgicas
de los nuevos dioses.
Para ejemplificar, mencionaremos algunos orichas bien
conocidos en la Regla de Ocha o Santería cubana:
El culto a Oddúdduá en Ifé relegó
a un segundo plano el que tributaban en esa región
a Orisanlá-Obaigbó, de ascendencia Ibó
como se refleja en el segundo nombre. Sin embargo,
los sacerdotes de la divinidad primaria quedaron vinculados
a algunos ritos y ceremoniales propios del "oní"
o rey de la ciudad.
Otro caso es el culto a Sámpónná,
también llamado Obaluáyé que
sustituyó al lucumí Naná Burukú
Akitikata como protector contra la viruela y otras
enfermedades contagiosas y cuya devoción también
se extendió hacia el Este en territorio dahomeyano
hasta el antiguo Malhi.
Por haber sido menos espectacular, no deja de tener
importancia el culto rendido a Oshún, que barrió
con muchos cultos menores de raíz ibó,
especialmente entre grupos que habitaban cerca de
los ibús o sitios profundos del río
Ochún.
Cuando los oyoes o yorubás estrechan y perfeccionan
sus relaciones comerciales, políticas y culturales
con el reino de Empé, también asistimos
a modificaciones en las originarias creencias akú.
Como ejemplo es posible presentar la remoción
ancestral que sentían los yorubás hacia
jimaguas y gemelos, tenidos como augurios de fatalidades
y propios de "gente miserable"; pero todo
ello cambió cuando se fueron profundizando
sus vínculos con los nupes o takuas, para quienes
gemelos y jimaguas eran sagrados. Para esa mutación
fue necesario la creación de nuevos orichas,
los igbegis o idbeyis (Taiwó-Korné-Bomboché-Kainde-Alaba-Idou),
y además la institución de notables
privilegios sociales en beneficio a las madres que
tenían partos de gemelos o jimaguas, tales
como permitirlos cantar y danzar para obtener dinero
en los mercados y plazas públicas (6).
Luego de establecida la tercera ola migratoria de
los akú en Nigeria debió suceder un
proceso definitorio para sus creencias tradicionales.
A la par que los resortes propios del culto a los
antepasados iban deidificando a los personajes más
notorios del grupo, caudillos que habían dirigido
la migración y las conquistas de los territorios
donde se asentaron y quienes en su inmensa mayoría
tenían algún vínculo sanguíneo
con el líder Oddúdduá Olofi Oyó,
así como también los descendientes de
ellos hasta una tercera generación. Tales "nuevos
dioses" sustituyen a los que antiguamente existían
con idénticas atribuciones a las que ahora
les otorgaban en los sitios ocupados donde inician
sus cultos, así como también los aspectos
más notables de las liturgias precedentes,
cuando no son rechazados por incompatibles con el
nuevo rito, quedan incorporados a los propios de los
nuevos misterios.
En sentido estricto el término orisha debió
ser reservado única y exclusivamente para Obbatalá
y al conjunto de divinidades que integran su culto
(Orishas Fun Fun u Orishas Blancos), mientras el apelativo
correcto para los demás dioses masculinos resultaba
ser ebolas, el término imolé que utiliza
Empega abarcaría a la totalidad de los dioses
yorubás; pero la costumbre ha santificado el
error, generalizando de tal modo el empleo del término
orisha que intentar una rectificación, además
de una pedantería, es ya prácticamente
imposible.
Nunca está de más reiterar, contra lo
que han sostenido muchos investigadores en distintos
momentos, que dentro de esta religión solamente
hay un dios, único y supremo, llamado Oloddúmaré,
de quien emanan todos los poderes y los orishas únicamente
constituyen intermediarios entre ese Oloddúmaré
y los hombres, pues al Dios Supremo no le interesan
para nada los problemas humanos y para su atención
creó a los orishas.
Luego, estos "dioses" u orishas no devienen
en seres todopoderosos, ni incluso inmortales como
las divinidades semitas, griegas o germánicas,
por el contrario, su condición antropomorfa
no está circunscripta a una apariencia física,
sino que copia la totalidad de lo humano y así
son capaces de sentir todo lo propio del hombre, pues
odian, temen, aman, nacen, viven y mueren.
De acuerdo al carácter esencial que presentan
las atribuciones relativas de cada orisha, que en
buena medida quedaron preservadas en sus transculturaciones
americanas, estos pueden ser agrupados en tres tipos
diferentes:
a) Orishas Cosmológicos.-
Son aquellos que están íntimamente
relacionados con la creación del mundo, la
naturaleza, el hombre, y por lo tanto con el tiempo.
Lo anterior lleva a establecer una subdivisión
dentro del grupo, porque tendríamos "orishas
creadores", que resultan los de mayor jerarquía
dentro del panteón yoruba, como es el caso
de Obbatalá y los Fun Fun; a continuación
y en un plano equivalente están los "oráculos"
como Orumla Ifá y los "orishas de la
naturaleza" como Osaín. Si analizamos
detenidamente las características esenciales
en el funcionamiento de la Religión de los
Orishas puede verse como la médula misma
de esta creencia gravita sobre estos tres subgrupos
de orishas, pues los creadores otorgan la esencia
plena de la fe; los oráculos legan los mecanismos
principales de la comunicación entre las
divinidades y sus creyentes, sin lo cual no puede
existir propiamente ningún tipo de religión,
y los orishas "naturales" aportan las
técnicas litúrgicas.
b) Orishas Económicos.-
Aquí deben incluirse aquellos a quienes les
son atribuidos los patronazgos sobre las funciones
económicas fundamentales tales como la caza,
pesca, agricultura y ganadería, así
como otras derivadas de las anteriores cual el orden
público, el comercio y las comunicaciones.
Sin embargo, como la importancia o peso de estas
divinidades está directamente vinculada con
la importancia que tenga dicha acción económica
específica para una determinada sociedad
o región; cuando se producen las transculturaciones
americanas el papel de estos orishas dentro de los
nuevos sistemas de creencias va a estar muy estrechamente
relacionado con la relevancia que guarden esas funciones
en los nuevos medios socioeconómicos y la
participación que en ello tengan sus creyentes.
Pero los negros esclavos y después los libertos,
tuvieron muy poca participación como propietarios
en las sociedades americanas, de modo tal que su
propia existencia, salvo en el cimarronaje y los
palenques, no dependía de la práctica
de la caza, pesca, agricultura o ganadería,
y cuando se ocupaban de estas labores era como ilotas
o precarios asalariados cuya manutención
realmente no dependía de ellos mismos o,
al menos, el producto del trabajo no iba directamente
a sus manos, por ello los orishas patrones de esas
actividades quedaron muy disminuidos al transculturar,
permaneciendo como parte de los nuevos sistemas
mágico-religiosos en virtud de sus vínculos
con la adivinación o por la participación
que tenían ancestralmente dentro de las biografías
míticas y, en las liturgias específicas
de otros orishas.
Algunos resultaron tan modificados que sus atribuciones
adquieren un sentido absolutamente contrario al
del sistema original. Un ejemplo es el caso de Ochossi,
el patrono de la caza. Como en las sociedades de
cazadores son estos los que ejercen las funciones
de "policías" o "guardianes",
al cuidar por las noches las aldeas, a tales se
les estima como los representantes del orden. Sin
embargo, en las nuevas realidades de las sociedades
esclavistas y discriminatorias que en América
encontraron esos esclavos y sus descendientes, ciertamente
"el orden" les resultaba adverso, como
propio de un marco socioeconómico que tendía
a aplastarlos, por ello fue necesario que una de
sus deidades asumiera la atribución de protegerlos
contra ese "orden" y de esa forma Ochossi
devino, al menos en la Santería cubana, como
patrono de las cárceles y protector contra
la policía.
c) Orishas cotidianos.-
Resultan los que se ocupan de aspectos tan comunes
en la vida humana como la propia existencia o la
muerte, el amor o el odio, el fuego o el agua, la
maternidad o el matrimonio, la música o la
danza, la prosperidad o la miseria, la salud o las
enfermedades, la vejez o la infancia, etc. Tanto
en el sistema originario como en sus transculturaciones
este tipo de orishas suscita tamaña devoción
popular que no pocas veces rebasa los propios límites
del sistema religioso para devenir en un rasgo de
identidad.