Actualmente, ha
emprendido el estudio del bembé de Macagua, que era
del difunto Cheo Changó y está formado por cuatro
tambores ya dañados por el uso y el paso del tiempo,
porque quiere rescatar esta rara familia de instrumentos,
diferente del juego de bembé tradicional integrado
sólo por tres tambores.
En sus proyectos
futuros, se propone construir un juego de Yuca, los tambores
congos, rescatar el juego de güiros y el Bríkamo.
Para ello ha estudiado el juego de güiros “Niño
de Atocha”, de Benito Aldama (†) en Limonar y
el de Pititi en Matanzas, pero le han faltado los frutos de
güira requeridos, por no existir esta variedad de la
planta en la zona próxima a la ciudad de Matanzas.
El Bríkamo,
que era ejecutado en toques en la Casa Templo de Yeya Calle,
es un conjunto de instrumentos musicales de la sociedad Abakuá,
los únicos que dentro de esta sociedad religiosa, podían
ser ejecutados por mujeres; y también ha requerido
una cuidadosa investigación para reconstruir el "pianito"
-una especie de xilófono- del cual sólo se han
recuperado algunas partes. En situaciones así, Rogelio
sale a la búsqueda de personas que hayan ejecutado
el instrumento ya desaparecido y toma cuidadosamente el testimonio
de las mismas, así como los bocetos del instrumento
en cuestión, sus materiales, la forma de unirlos y
todos los detalles que puedan contribuir a su rescate.
Su aporte al conocimiento
y a la conservación de las tradiciones musicales cubanas
es la continuidad de una tradición oral, de oficios
perdidos, de artesanos desaparecidos, la tradición
de los hombres que construyen el asiento de la voz de los
dioses.
La fidelidad de
sus instrumentos se ha probado por diferentes grupos de percusionistas,
como los del grupo que se reunía en torno a Radamés
(es un alias del Profesor Francisco Domínguez Boada)
así como las agrupaciones Los Muñequitos y Afrocuba
de Matanzas.
Durante el siglo
XX, la riqueza sonora de estos instrumentos musicales evolucionaría,
apareciendo sus voces y cantos por primera vez en la música
popular de la propia cultura afrocubana, que utiliza segmentos
rítmicos y secuencias de toques semejantes a los utilizados
en la música ritual; para luego integrarse en ejemplos
de experimentación musical contemporáneos -como
en obras del Grupo Síntesis y otros- y en la música
popular.
En el VIII Salón
Provincial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas
en Matanzas, realizado en el mes de noviembre de 2000; una
obra de Rogelio Mesa Ledo obtuvo el Premio del Centro Provincial
de Arte. Se trata de la primera guitarra española hecha
por este artista, estudioso de la obra de maestros de la guitarra
española, como es el luthier cubano Pablo Quintana,
entre otros.
Rogelio parte de
una gran osadía, de una motivación que lo dirige
a construir cada instrumento, cuyos latidos recorren el horizonte
de los cultos sincréticos cubanos, tanto los de procedencia
africana como europea, fundidos durante los siglos en el crisol
de la nacionalidad cubana: un tambor africano y una guitarra
española. Su obra sostiene la continuidad de la memoria
colectiva del pueblo, desde la época de la colonización
española y la esclavitud negra en Cuba, continúa
lo largo del siglo XX, se mantiene como memoria viva y como
acto cotidiano.
Un hombre parado
en una esquina, se pregunta por qué aprendió
algo que nadie más quiere aprender. El ha creado los
tambores sagrados y profanos, como quien ejerce un oficio
mágico, pero no tiene discípulos y en todo el
mundo, sólo el Grupo Folklórico Afrocuba de
Matanzas, puede ejecutar un oru con toda la serie de instrumentos
creados por Rogelio. El aire caliente trae algo de olor a
algas; a la orilla del Yumurí, Oshún hace sonar
suavemente los cauríes del borde de sus sayas.
Los tambores salieron
del monte oscuro, del palenque del cimarrón, del barracón
de esclavos y del solar –viejo almacén o casona
venido a menos y superpoblado-, los tambores subieron a la
sala de conciertos y la voz del akpuón inició
el oru cantando a Elegua… para que abra el camino y
los tambores no se callen jamás.
###
© www.afrocuba.org,
2002