La sociedades secretas
abakuá tienen en sus ritos públicos elementos plásticos
de una belleza impactante.
La grafía de las
firmas de invocación ritual propias de Palo Monte y la religiosidad
Abakuá (carabalí) aparece en la obra de numerosos artistas
cubanos y matanceros.
Así comienza el
mestizaje y el sincretismo, el fuego compartido guareciendo
contra los desafíos, la sobrevivencia precaria, la resistencia
a un amo que prohibe y castiga el culto a los viejos dioses.
En su patio, a escondidas, se enhebran los collares, se
adornan los irokos, se preparan los remedios. Hay dibujos
y signos que están ocultos, leyendas y patakines que se
cuentan en voz muy baja, que se escribirán muchos años después
en las libretas escolares. Hay wemileres de cuanto el hombre
requiere para la vida y la muerte, para los grandes palenques
de América donde supo vivir el negro solo con la naturaleza
y con sus dioses, sin el hombre blanco: fiestas y penas,
persistencia y fe, organizándose, fundiéndose, transculturándose
en el gran ajiaco, en el mestizaje que nos aproxima e identifica.