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Los sucesos de 1919 en Matanzas.

    (Pertenece al artículo La muerte de la niña Cecilia)

    El poeta y escritor matancero Luis Marimón Tápanes, especula con la trama policíaca que envuelve a la desaparición de la niña Cecilia en un libro inédito que titula "Las siete muertes de la niña Cecilia" (Marimón, 1984). Junto a Marimón me tocó revisar muchos periódicos matanceros de la época durante sesiones de estudio en la Biblioteca Eusebio Guiteras y el Archivo Provincial de Matanzas.

     No fue hasta después de la publicación en Cuba del libro "El crimen de la niña Cecilia" de Ernesto Chávez Álvarez (Chávez, 1987) que a instancias del historiador del cementerio de San Carlos, Mario Vitier, se decidió volver sobre el tema. En 1995 el médico forense Ercilio Vento Canosa, quien es actualmente Vicepresidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba, procedió a abrir la tumba de Cecilia y examinar sus restos con objetivo de determinar la identidad y las circunstancias en que falleciera la niña.

     Vento nos cuenta que "al retirar la losa sepulcral de la bóveda constituyó una notable sorpresa encontrar dos raíles de línea de ferrocarril atravesados transversalmente, por debajo de la construcción enladrillada del sepulcro. A unos 15 centímetros la fosa estaba sellada por una gruesa plancha de hierro, colocada también por debajo de la mampostería; en otras palabras, parte de la construcción funeraria estaba fabricada después de colocados estos obstáculos con el evidente propósito de que bajo ninguna circunstancia cualquier investigación eventual pudiera descender al interior de la tumba".

     Al cortar con acetileno un extremo de la plancha, de modo que se pudiera descender al interior, una nueva sorpresa aguardaba a los investigadores: los tres ataúdes estaban sepultados bajo una gruesa capa de tierra, procedimiento inusual tratándose de una bóveda".

     La tapia sobre la bóveda conserva la siguiente inscripción:

 

"Aquí yacen la niña Cecilia Dalcourt
 asesinada por los brujos

el 22 de Junio de 1919 a la

edad de 3 años y los valientes

jóvenes que clamaron justo

castigo para sus victimarios

José Guerra y Armando Arbelo

de 23 y 25 años respectivamente

que se cubrieron de gloria al

ser muertos por la guarnición del Castillo San Severino

la infausta noche del 29 de Junio

de 1919.

¡Gloria a los héroes!"

      El Imparcial publicaba el martes 24 de Junio de 1919 en Matanzas que "todos los habitantes de esta culta ciudad se encuentran justamente alarmados, temiéndose que pueda tratarse de un tremendo crimen perpetrado por los brujos, ya que Matanzas (es) desgraciadamente propicia madriguera para esta canalla indigna del hampa africana". (El Imparcial, 1919)

    Luis Marimón cita numerosas fuentes para ilustrar lo que a todas luces parece haber sucedido por convenio entre la autoridad policíaca y la prensa: la "cacería de brujos" y persecución del cabildo bantú de la familia Reyes en Matanzas.

     Dos hombres orquestaron la opinión pública hasta el clímax del amotinamiento:  el Capitán Tomás F. Curtis, jefe de la Policía Secreta de Matanzas y Ovidio Santana, periodista de El Imparcial cuyos artículos encabezaron los titulares de primera plana sobre el caso de la niña Cecilia.

     Un corresponsal del periódico La Discusión de la Habana reportaba que "la labor persistente y hábil del Capitán Curtis, ha culminado en un éxito franco, lográndose al fin el descubrimiento del horrendo asesinato cometido por los negros brujos en la persona de la niña Cecilia  Dalcourt".  

"El negro José Claro ha confesado de plano su delito y descubierto a los cómplices del crimen, que son Benito Oliva (alias) Chacho, Luis Gálvez, Francisco Parra, Marcos Rodríguez y Ricardo Villegas.

 

Según la confesión hecha por el negro José Claro, Luis Gálvez era el que necesitaba la víctima para curar a una comadre que desde hacía tiempo se hallaba enferma. Este Gálvez, que  es el jefe de los brujos de Bolondrón, comisionó al Parra, el cual capturó a la niña (...) Dentro de un saco la condujo al lugar del hecho, desnudándola sobre una mesa, donde entre Parra y Gálvez, le abrieron el pecho y le extrajeron las vísceras, colocándolas en una tártara, en la cual las sazonaron con ajos, cebollas y ajonjolí. Condimentadas así fueron servidas a la mesa, donde se celebró un banquete caníbal, del cual participaron además de los mencionados, la comadre de la madre de Claro, llamada La Conga y la madre mencionada que se llama Facunda" (La Discusión, sábado 28 de Junio de 1919).

     Durante las ceremonias de la Regla de Palo Monte que hemos presenciado es común que se realicen sacrificios de animales a las deidades animistas que trae el muerto que vive en el fundamento (nganga) que el tata nkisi (sacerdote de Palo) o la yayi (madre nkisi) deben alimentar con menga (sangre).

     Al concluir las ceremonias es costumbre que todos los engueyos (hermanos iniciados) se junten con otros invitados y coman la carne de los animales ofrendados durante el ritual. En las versiones que encontramos documentando las investigaciones policíacas y periodísticas de la época, el cabildo de la familia Reyes parece haber estado efectuando ceremonias tradicionales de Palo Monte en su casa-templo de las calles Velarde y San Gabriel. La única diferencia entre estos ritos y los que hemos presenciado en Matanzas reside en atribuir a una niña como supuesta ofrenda.

    El cabildo de los Reyes parece haber pertenecido a la rama Brillumba que tiene sus orígenes geográficos en Matanzas. De este modo pudiésemos encontrar elementos de las variantes antiguas: Kimbisa o Mayombe en sincretismo con elementos de la Regla de Ocha y el espiritismo Cruzado. El guía de los brillumberos es Sarabanda (Oggún/San Pedro) a quien sólo se ofrecen animales machos.

     Aunque las tradiciones hablan dramáticamente del poder destructivo que poseen las ngangas (cazuelas) judías y los brujos que trabajan con las fuerzas endoke, del mal (Cabrera, 1954); lo que hemos observado es que una misma cazuela "cristiana" que canaliza las fuerzas del bien, puede servir para hacer o deshacer "daños", acudiendo según su dueño a Nzambi (Dios / Cristo) sea para bien o a Lukankasi (Lucifer) para trabajar con el mal (Bolívar & Gonzáles, 1998).

     Según el artículo que citamos "el cuerpecillo de la infeliz niña fue encerrado en un cajón de velas y enterrado a unos cinco metros de la puerta de entrada a la casa".

"El Capitán Curtis llevó al declarante al lugar del hecho, para que mostrara el lugar exacto del enterramiento. José Claro no pudo determinar el sitio exacto del enterramiento, afirmando que en la noche del hecho se encontraba borracho, al igual que sus cómplices. Pero pidió que fuera llevado a la finca Ricardo Villegas, que en unión de Parra recibió la caja de velas con el cuerpo de la niña para enterrarlo".

 "Villegas, de rodillas en el lugar, declaró que era inocente y lo ignoraba todo. Pero la firmeza de José Claro, que lo conminó como hombre a que dijera la verdad, puesto que todo se sabía, lo obligó a confesar su participación en el hecho. Como esta prueba se efectuaba a las seis de la tarde, y ya no había luz para efectuar una excavación, se acordó continuarla mañana 28 a primera hora" (Semanario La Discusión. La Habana, sábado 28 de Junio de 1919).

     Pero al día siguiente el cadáver que apareció fue el del presunto acusado Ricardo Villegas ahorcado con su propio cinturón en el Castillo de San Severino (Periódico El Día. La Habana, martes 1 de julio de 1919) (Periódico El Imparcial. Matanzas, sábado 28 de Junio y Julio 1 de 1919). Cabe anotar como no se tomaron en esta ocasión las precauciones elementales de rutina que consisten en retirar a cualquier detenido su cinturón y los cordones de sus zapatos para evitar cualquier intento de suicidio.

     Durante estos días El Imparcial no dejó de publicar noticias sobre unos 17 intentos frustrados de raptos de niños blancos a manos de negros. "Anoche, con motivo del  frustrado secuestro de un niño en la Playa, el pueblo de Matanzas descargó su indignación sobre el sujeto culpable. Magullaron al criminal, sobre su cuerpo cayeron trompadas, puntapiés, leñazos: toda la ira del azote" (Periódico El Imparcial. Matanzas, miércoles 25 de Junio de 1919).

     Las redadas en los cabildos de Palo Monte continuaron por toda la ciudad. Bajo el titular de "LA BRUJERIA EN MATANZAS. DETENCIONES A GRANEL", El Imparcial felicita a la policía por la tarea de moralización que ha desempeñado al allanar el domicilio número 95 de la calle San Juan de Dios en el barrio de Pueblo Nuevo y confiscar objetos de culto, cabezas de carneros y recipientes con sangre. El diario publica los nombres de diez detenidos "para que sean conocidos estos buenos sujetos" (El Imparcial. Matanzas, viernes 27 de Junio de 1919).

     La desaparición de la niña Cecilia era "un baldón de ignominia para los matanceros si permanecen fríos e indiferentes ante la sanguinaria zarpa africana que se hunde con deleitación voluptuosa en la carne de blanco" (El Imparcial. Matanzas, viernes 27 de Junio de 1919).

     La Discusión, de la Habana, publica el 28 de Junio que "la salvaje y repulsiva negrada" podrá seguir cometiendo crímenes impunemente "porque todavía el pueblo no tiene el coraje suficiente para aplicar la sabia y vengadora Ley de Linch".

  "EL IMPARCIAL" EN NOMBRE DEL PUEBLO PIDE QUE EL CAPITAN CURTIS NO DEJE DE ACTUAR UN SOLO MOMENTO EN ESTA CAUSA, publicaba el periódico matancero el 26 de Junio; mientras que otras fuentes anotaban las irregularidades del proceso donde el Capitán Curtis no había dado cuenta de las detenciones efectuadas al Poder Judicial, pese a que la Constitución de la República de Cuba de 1901  establece que "todo detenido será puesto en libertad o entregado al Juez o  Tribunal competente dentro de las primeras 24 horas siguientes al acto de detención".

     El Diario de la Marina publicaba el 30 de Junio un artículo de su corresponsal Santiago Gonzáles afirmando que "las investigaciones llevadas a cabo hasta ahora, no han resultado satisfactorias a pesar del rumor público (y esto no pasa de ser rumor) de que José Claro se confesó coautor del horroroso crimen. Hasta estos momentos, ni José Claro ni ninguno de los detenidos como presuntos autores del hecho ha prestado oficialmente declaración alguna. El Juez de instrucción Doctor Sousa sólo conoce la detención de Francisco López (a) 'Pelota', procesado ayer sin que se tenga antecedentes ni actuación alguna de las realizadas por el Capitán Curtis del Ejército".

     Pero el Capitán Curtis continuó a cargo  de la investigación y tras el "suicidio" del limpiabotas Villegas en su celda del Castillo de San Severino la investigación policiaco-periodística retomó el curso de las declaraciones iniciales del niño Octavio Antolín Reyes de nueve años de edad.

      Octavio, según el Capitán Curtis, había observado como su tío, el encartado José Claro,  participaba en el infanticidio y luego enterraba el cuerpo del delito entre los restos de niños sepultados en el área conocida como Coro de Ángeles en el Cementerio de San Carlos, donde José Claro trabajaba como sepulturero.

     Octavio era nieto de Facunda Reyes, la madre de José Claro. Con ellos tres vivía también en el cabildo La Conga, María de la Cruz Rodríguez, que tenía entonces 99 años cumplidos y había nacido en el Congo, de donde la trajeron a Cuba como esclava.

     Conocí a Octavio 56 años más tarde, cuando se había convertido en el Testimoniante número uno del libro que preparaba Luis Marimón. Tenía un carretón con el que cargaba muebles en las mudanzas de los vecinos o limpiaba de basuras los solares, hablaba compulsiva e incoherentemente y junto a los trastos que cargaba por la ciudad arrastraba también los recuerdos terribles de aquellos días cuando sus declaraciones terminaron condenando a su propia familia.

     En medio del tumulto de gentes congregadas en el camposanto una rápida y emotiva inspección ocular sirvió para que el padre de la víctima, Casimiro Dalcourt, reconociese a su hija antes de romper en llanto junto a la madre y pidiera a la concurrencia que se dispersara para poder proceder con la autopsia del cadáver.

    De modo que "los doctores Filomeno Rodríguez y Antonio Font, reconocieron los restos, comprobando que tenía las manos atadas, los parietales rasgados a golpes, el occipital desprendido y el frontal dividido", faltando la lengua, los sesos y el corazón, según el cronista del Diario de la Marina (La Habana, lunes 30 de Junio).

     El Capitán Curtís ofreció una conferencia de prensa allí mismo, en el cementerio, después que se hallaron los restos. Salió a relucir una bata blanca donde se hallaba envuelto el cadáver y que supuestamente pertenecía a Josefa Toledo, parienta de Villegas también detenida, a la cual se había querido curar con las ceremonias que envolvieron el homicidio ritual.

     Por la ciudad rodaban entonces comentarios y volantes anónimos afirmando que el sacrificio de Cecilia había servido para salvar a la hermana del alcalde de la ciudad, Armando Carnot, y que las letras bordadas en la bata de marras tenía las iniciales J.C. por Juana Carnot. Si las iniciales eran "J.T." o eran "J.C." y si la bata de marras pudo haber provenido del ajuar de una u otra mujer es algo que se pierde en el terreno de las conjeturas.

     El alcalde Carnot fue un político de reconocida honestidad en su cargo público, se ganó el respeto de las masas hasta ser reconocido popularmente como "El Médico de los Pobres" por su costumbre de no cobrar a los necesitados cuando brindaba sus servicios médicos y ganó la crítica de sus enemigos políticos por su liberalismo manifiesto hacia los ciudadanos afrocubanos. Benito (Chacho) Oliva, uno de los detenidos en relación con la desaparición de Cecilia, era Conserje del Ayuntamiento de Matanzas y fungía como cochero particular del alcalde. José Claro cuidaba sus caballos.

     Los sucesos de Junio de 1919 se convirtieron en una ofensiva política contra la administración pública del alcalde Armando Carnot y contra su política liberal desde que fuera electo en 1916.

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