Tata Cristóbal nos dice señalando
hacia el munanso (cuarto, casa/templo de Palo) que si él
“tuviera que hacer algún trabajo de santo ahí
no se puede hacer... nadie, nadie, nadie... un santero que
sea palero tampoco puede hacerlo ahí; ni donde está
el santo se puede hacer nada de Palo. Cada cosa en su cosa”.
La autonomía de cada culto hace posible la vigencia
del sincretismo religioso. Cada culto mantiene su propia identidad;
una costumbre o un artefacto religioso de Palo no puede reemplazar
a uno de Santería, por mucho que se combinen en Brillumba.
Los
distintos cultos de religiosidad Afrocubana interactúan
en los estados anímicos del practicante pero ni los
espacios rituales ni la artesanía ritual se mezclan
entre sí, ni tampoco los cantos, ni los vestuarios,
ni los instrumentos musicales. Esta característica
permite la formación de complejos prismas de conducta
religiosa.
Bajo
el árbol sagrado.
Iggi
Olorun, Iroko, Nsanda Nkuni Sambi, Santísima Ceiba.
La
Casa de la Ceiba, tiene sus puertas exactamente frente a las
puertas de la sacristía de la Iglesia del barrio de
Pueblo Nuevo, cerca de la Calzada de San Luis en Matanzas.
En una acera queda el templo católico, que ocupa una
manzana completa, rodeado por árboles frondosos y un
parque cuyas bancas sombreadas invitan al reposo de vecinos
y feligreses. Al cruzar la calle, encontramos una modesta
casa residencial; es una casa-templo del sincretismo Afrocubano,
donde se cruzan los caminos de la Regla Conga (Palo Monte),
la Regla de Ochá (Santería), el espiritismo
Cruzado y la fraternidad masónica del Rito Escocés
Antiguo y Venerado: Munanso Ungundo, La Casa de la Ceiba;
la casa de Tata Cristóbal Orlando.
“Ahí
por primera vez monté lo que se llama ‘el fundamento
de la cazuela’, que es ‘brazo fuerte’ (Nicuago
Luana), el llamado Agayú en la santería cubana,
el San Cristóbal que le dije es el nombre mío...
Agayú yo ya lo había montado en fiestas de santo
que yo iba sin ser santero, pero no este que viene con otra
cosa un poco más violenta, más brava, más
primitiva.”
A
Agayú -San Cristóbal- los mayomberos también
lo llaman “Cabo de Guerra” en idioma español,
del mismo modo que Changó es “Siete Rayos”;
Obatalá es “Tiembla Tierra”, Babalú
Ayé (San Lázaro) es “Para Llaga”;
Orula es “Padre Tiempo”, etc.
“Todo
lo fui recogiendo gracias a mi muerto, a Pao Pablo; él
me fue documentando, no me dejaba dormir, me despertaba por
las noches, a escribir... a escribir lengua, hasta que lo
que tengo hoy en día es un diccionario casi completo.
Fue un trabajo de largo tiempo”, añade Cristóbal.
El
munanso debe quedar afuera de la vivienda y casi siempre se
trata de una adición de madera. En el cuarto que precede
al munanso, hay una foto de Pedro Hernández, el padre
de Cristóbal, que fue un espiritista reconocido en
el barrio de Simpson en Matanzas, también las fotos
de dos ahijadas difuntas entre vasos de agua, y el sarape
dedicado a Emiliano Zapata, un ser protector de la casa que
a veces aparece como visitador en los trances de Cristóbal.
“Mis
padres me han contado después, que de niño yo
veía espíritus. Al principio me asustaba y salía
corriendo... y entonces mi padre, que era espiritual, también
veía lo que yo veía y me fue explicando”.
El
ingeniero francés Allan Kardec declaraba que sus libros
le eran dictados por espíritus y en torno a su literatura
(ilegal durante la dominación española) se organizaron
grupos de culto en Cuba y América Latina a partir de
1850. Las ciencias ocultas europeas terminaron por cristianizarse
en Cuba asimilándose al culto de los santos (Brandon,
1990).
“Pasó
el tiempo y ya yo empecé a sentirme erizamientos, aparte
de ver, ya empecé a oir algunas voces y ya tenía
un tormento en mi cabeza que mi madre sobre todo pensaba que
yo me iba a volver loco... Son seres de hoy en día,
que los tenía desde entonces, pero no sabía
la calidad de lo que yo tenía”.
Cristóbal
creció escuchando la voz de Temotec, un azteca que
era el guía espiritual de su padre. Un día el
joven Cristóbal le dijo al indio que él también
quería poder montar a los espíritus y la respuesta
fue que al morir su padre estas facultades serían adquiridas
por él. “Pues yo no quiero montar entonces, déjenme
viendo y oyendo y hablando con ustedes y mi padre toda una
vida”, contestó el muchacho. “Eso le agradó
mucho y tuve la dicha con los años de poder montar
y trabajar junto con mi padre. Mi padre montaba en una punta
de la mesa y yo montaba en la otra punta; es una cosa inolvidable...”.
La
escuela del espiritismo kardeciano sirvió para que
los mediums trabajasen con espíritus de indios cubanos
o latinoamericanos y los perros de prenda o caballos encarnasen
los espíritus de congos de Nación. Los vasos
de agua acompañando retratos de difuntos e imágenes
de santos son parte intrínseca del folklore católico
en Cuba. Este sincretismo se ha conocido como Espiritismo
Cruzado.
Junto
al munanso vela hay un patio exterior de tierra donde crece
una ceiba (ungundo). Después que se sacrifican animales
de cuatro patas, los cuelgan frente a la ceiba antes de abrirles
las entrañas. El cabildo de Tata Cristóbal es
Brillumba. La rama Brillumba surgió del Mayombe a finales
del siglo pasado, en la provincia de Matanzas, y ha sido muy
influenciada por la Ocha y las manifestaciones criollas del
espiritismo (Bolívar, 1998).
La
ceiba (Ungundo) es el Árbol Dios que Lidia Cabrera
ha definido como “la conciencia mística de nuestro
pueblo”. Los antiguos paleros se consagraban en el monte,
junto a la Ceiba Madre, al pie de la cual debían dormir
siete noches. Se dice que la ceiba le pertenece a Aggayú
(Brazo Fuerte) y también a Dádda Awuru Maggalá
-Gebioso-, el Changó Mayor de los ararás. Pero
todos los Orishas van a parar a la ceiba. Fortuna-Mundo y
Niña-Linda le dicen cariñosamente en el campo
los paleros. La ceiba es el asiento de Iroko y no se le debe
dar nunca la espalda. Tampoco la sombra sagrada de Iroko se
debe pisar; hay que pedirle permiso al árbol antes
de cruzar junto a una ceiba. “Iroko es el punto de reunión
de las almas”. “Africanos y criollos muertos,
todos los difuntos se encuentran en Iroko”. “Iroko
es siempre una asamblea de espíritus”... “Munansó
de los Fúmbe”. (Cabrera, 1954).
El
aniversario de prenda en el Munanso Ungundo de Matanzas es
el 16 de Noviembre que es el día de Aggayú.
El día de la Ceiba.
Una tarde calurosa de agosto, el cabildo se reúne para
dar comida (uria) a la prenda (cazuela). El chivo es el alimento
de Sarabanda (Oggún -San Pedro-), la fuerza de los
metales que guía a los brillumberos. El cabildo se
reúne junto a la Nganga (Nkisi), una caldera de hierro
forjada a la usanza colonial que contiene el fundamento del
Palo, preparado con huesos del muerto (Nfumbe), tierras, animales,
aguas, plantas y semillas sobre las que descansa el tarro
de toro sellado con un espejo (mpaka mensu) por donde el Tata
puede ver a través del tiempo y del espacio.
“Tata
es padre, Nkisi es cazuela: Padre de Cazuela”.
El
Tata golpea tres veces el suelo con sus nudillos, hace la
cruz tres veces con sus brazos y tira los cocos de la adivinación
frente a la prenda. Las paredes están cubiertas con
ramas (montecito) y cuelgan alrededor los grandes paños,
o banderas de colores primarios, con la firma y los nombres
sacramentales de cada ahijado bordados sobre la tela.
La
firma del Tata está grabada con yeso blanco en el suelo,
frente a la prenda y estos signos mágicos servirán
para quemar la pólvora (fula) y desatar los conjuros
con los cuales se llama al Nfume y a las fuerzas. La firma
nunca se dibuja completa, por desconfianza, para que nadie
pueda por traición o error actuar con brujería
contra la casa.
Cristóbal y después su vecino Toto (también
Tata y maestro masón de la Logia Reivindicación),
hablan en lengua con la Nganga y comienzan a “despertarla”
rociándola con buches de aguardiente (Malafo) y bocanadas
de humo de tabaco. Traen los pies descalzos y los pantalones
arremangados hasta media pierna. Todos los miembros del cabildo
proceden entonces a despertar la prenda, soplando también
sobre sus respectivos gajos, que es como se denomina a las
cazuelas recibidas por los iniciados (ngueyos).
“Saalam
Malekum”, dice el Tata. “Malekum Saalam”
contestará el cabildo.
Obtenemos autorización de la Prenda para filmar la
ceremonia. Hoy se trata de la ofrenda de un ahijado que nos
pide que no lo retratemos a él porque trabaja como
abogado en una empresa estatal y “esto puede traerle
complicaciones”.
El
Tata hace entrar al chivo (meme) en el munanso llevándolo
por los tarros y lo desploma de costado frente a la Cazuela;
dos ahijados levantan al animal tomándolo por sus patas.
Cristóbal toma el cuchillo (mbele) que reposa sobre
el fundamento y hace la señal de la cruz con él
antes de tomarlo en su mano; otros ahijados se acercan para
rociar al animal con humo de tabaco y buches de aguardiente.
El
chivo se deja conducir dócilmente y los hombres disponen
su cabeza sobre la Nganga. El Tata pronuncia las palabras
rituales: “Sambia arriba, Sambia abajo; Sambia por los
cuatro costados...” y termina diciendo: “...yo
no mato, Sarabanda mata”. Entonces el cuchillo corta
la yugular del chivo y la sangre corre sobre el fundamento
mientras que todos cantan haciendo coro al Tata: “Menga
va a correr / de bote en bote. / Menga va a correr / de bote
en bote...”.
El
cuchillo continúa cercenando la cabeza mientras ahora
se deja caer la sangre sobre los recipientes que contienen
la prenda de otros ahijados y otras fuerzas. “Menga,
corre menga / como corre, tintorera...”, cantan.
Después
se procede a desprender la cabeza del cuerpo para depositarla
sobre el fundamento mientras que se canta: “Corta y
corta, bejuco colora’o / Bejuco colora’o, bejuco
colora’o...”. Del tronco cercenado se hace brotar
la sangre dentro de un recipiente ritual mientras cantan:
“Yo lavo mi Nganga con agua colorá / con agua
colorá, con agua colorá...”. El cuerpo
del chivo queda tendido frente al fundamento y se preparan
para el sacrificio de un gallo. Todos los animales deben ser
machos.
Se
repite el ritual con el gallo. La Nganga queda cubierta de
plumas. Al final pasan el pescuezo palpitante entre los participantes
que beberán de su sangre caliente mientras cantan:
“Unké, unké / to’ los Sambi toman
unké...” Ambos animales decapitados yacen ahora
en el suelo hasta que los levantan por sus patas y los balancean
en el aire hasta ganar impulso para lanzarlos volando fuera
del munanso. La menga (sangre) ha servido de alimento a los
seres mágicos y las fuerzas del universo; ahora la
carne servirá de alimento a los humanos y todos se
aprestan a preparar el festín.
Afuera,
en el patio, se separa el cuero del animal frente a la Madre
Ceiba. Cortan los testículos y los guardan... “Las
bolsas sirven para hacer resguardos”, amuletos para
proteger contra el mal, nos explica Cristóbal.
Todos
se sientan afuera a descansar, se toma café, jugos
y ron. Cristóbal está hablando tranquilamente
cuando lo sorprende una convulsión y cae aplastado
contra el piso. Ha llegado el muerto.
Es
lo que se llama “pasar el muerto”. Cristóbal,
convertido en perro de prenda (caballo del enfume) se arrastra
sobre el piso de piedra y entra al munanso. Se incorpora de
un salto y muerde la cabeza del chivo que reposa sobre la
prenda. Retrocede un par de pasos y se golpea el pecho con
fuerza mientras exclama con voz gutural: “¡Contento
Yo!”. Vuelve a morder la cabeza y digiere la masa sanguinolenta.
El
Nfume está satisfecho. Cristóbal vuelve sobre
sus pasos y saluda a la usanza religiosa afrocubana: con el
choque de los hombros derecho y luego con el izquierdo. Sus
ojos están muy abiertos, la pupila dilatada, los músculos
en tensión. Se lanza al suelo de golpe. Todos lo rodean,
le dan lo que pide: malafo y tabaco. “Caballo decían
que yo no iba venir”, se ríe. Durante la próxima
hora el espíritu dará consejos para evitar problemas
con los cabo ronda (policía) o para atraer la buena
suerte o el dinero (mbomro). Otro ser se acerca... “son
sombrero grande...” anuncia el espíritu congo
y Cristóbal se transforma de repente en la figura solemne
de Emiliano Zapata.
Cristóbal
no recuerda nada de lo que ha sucedido cuando sale del trance.
En el cabildo todos están felices. El muerto habló
hoy. Las fuerzas del universo se conjuraron en la Casa de
la Ceiba.
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