El
elefante estremece la tierra
Odù Nº 184 Òfún’bara
Para pasar
inadvertido píntate de blanco, inhala y exhala èrò
. Pasará a tu lado derribando todo a su paso y así
podrás recoger los frutos que se encontraban demasiado
en lo alto.
Se dice
que Òfún es la madre de los catorce Odú
Àgbà y que Éjì Ogbè es
el padre; pero también se dice que es madre hasta de
Éjì Ogbè porque al ser el Odù
décimosexto su posición termina estando delante
de éste: el último siempre antecede al primero.
Todo lo
suyo será en cuatro, y le pertenecen todos los éèwo
así como el poder de resucitar lo muerto: es el principio
materno, la llave de la creación y la mano ejecutora
de los otros Odù Àgbà. Por ende, es un
bosque de Ìyámi, un campo minado. Los pájaros
hechiceros cantan aquí con voces tan nítidas
que se oyen desde cualquier punto.
Gobierna
todas las cosas vivas y todo lo que es blanco, especialmente
los seres albinos y los que peinan canas. Rige sobre los líquidos
del cuerpo pero más sobre la saliva y el semen, y junto
Òsá e Ìròsún las reglas
menstruales. En un principio poseía únicamente
el poder del aire, del soplo y la palabra que liberó
a Éjì Ogbè, pero estimuló a los
demás Odù a apoderarse del mundo en el cada
cual tomó su porción aunque Òfún
establece la ley del como y el por qué. Dirige desde
entonces la conducta de la humanidad, tanto de los varones
como de las mujeres y aunque es de sexo femenino es tal su
proyección que respetuosamente se lo llama “padre”.
Todas las hojas le calman pero en especial ewé tutu,
la hoja de la fortuna, repleta de savia que refresca. Viste
de blanco pues es soplo, creación y magia y prohibe
beber vino de palma, seleccionar los granos de maíz
y avivar el fuego con el aliento. Esto significa que deberemos
estar sobrios, tomar lo que venga – la elección
la hará el tiempo- y no hablar demás para evitar
incendios –conflictos- indeseados. Nos ponemos de pie
respetuosamente y soplamos tres veces sobre las palmas de
las manos extendidas pidiendo “èrò”,
pues sólo la calma impide que volquemos adrenalina
y esta sea captada por el elefante enfurecido que asola la
sabana.
Aquí
hablan Òsànlá, Odùdùwa,
Obaluwàiyé, Sàngó, Ibèjì,
Olóòkun y las Ìyá mi Àgbàgbà.
Hablan de cirugías que interesan casi siempre al estómago
y al útero; de sueño inquieto y de escuchar
pasos detrás estando despiertos; de incendios que pudieran
evitarse con un poco de sentido común, de mares embravecidos
e invasores.
Sin embargo,
se puede conseguir casi todo, porque es un Odù generoso
cuando constata esfuerzos –suele decirse que es “de
una inexplicable benevolencia” con los generosos, los
ecuánimes, los calmos, los que buscan la concordia-
tendientes a la superación personal que no es otra
cosa que el mejoramiento colectivo.
Recomienda
no tomar baños fríos y cuidar las vías
respiratorias, dar comida a la tierra y borí a la cabeza,
y sobre todo no desesperar porque a pesar de la lucha y del
dolor habrá un estrepitoso triunfo cuando el elefante
derribe lo inalcanzable y esto quede a la altura de la mano.
Pedimos
con humildad y respeto a este signo que nos bendiga la casa
y el año encontrándonos “blancos”
y “èrò”.
Montevideo,
1 de enero de 2005.
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