La
obra de Mayra Alpízar Linares (Limones, Matanzas,
1956) es antítesis: pinta con telas e hilos y esto
confunde, crea la dispersión al apreciarla: hay un
oficio maduro, que dispone los elementos del acto
artístico con conocimiento técnico impecable, con
presupuestos de contenido esenciales. Y hay una técnica
para realizarlo que se asocia a la artesanía. Prefiero
decir que Mayra pinta con telas e hilos, es su forma
de hacer.
El
concepto utilitario del objeto artesanal, tan enriquecido
en su discurso, se desplaza de una utilización doméstica
como tapiz, sobrecama,mantel, puerta de tela que ennoblece la pobreza
de un hogar con la dulzura de las costuras ypuntadas de una mujer que ha escogido retazos de tela, desechos
de vestidos, para hacer una cortina... Siempre es
un desafío el de esta artista, sabe que estos asuntos
que ha ido tratando en su obra, serían muy apreciados
en las transiciones del óleo, la acuarela, las formas
clásicas de pintar.
Estuve durante varios años sin seguir la obra de Mayra. Recordaba sus tapices,
de la época en que las figuras eran planas, y siempre
me maravillaba la riqueza de colores, texturas y propuestas
en sus obras. El reencuentro, fue con La
dama de la ceiba, esta desgarradura lacerante,
tan expresiva en el rostro del retrato, en la mirada
que –con telas y puntadas- descubre sentimientos y
emociones complejísimos, la postura de quien se duele
en soledad y sostiene con firmeza los ejes de convicciones
y valores, las ausencias y las esperanzas. La dama
que ha vivido experiencias que han cambiado su mundo,
que ha definido la permanencia y la nostalgia. Fue
un reencuentro emocionante y una demostración de la
expresión de cubanía original, raigal. Porque nadie
puede explicarme, pero quien conoce esta obra, no
duda que la mujer del retrato es cubana.