Violeta
Naranjo Vázquez, tiene un talento único y una forma
especial para expresarlo: es una artista que dibuja
a plumilla siempre, toda su obra se hace con esa técnica
infinitamente comprometida con el trabajo minucioso,
paciente y preconcebido hasta el menor detalle, antes
de comenzar cada dibujo. Una forma de expresión que
no admite imprecisiones, errores. La plumilla y la
tinta china, el universo del paisaje interior, cada
punto de tinta es poesía.
Con
tanta riqueza en el detalle, la Elegía
sin nombre resulta fascinante, la perfección del
caballo -¿el unicornio?- aquí invocada y repetida
dentro de la fabulación, de nuevo opuestos, fuerza
y debilidad, huída y encuentro, pertenencia y pérdida,
seda y lanza, animal y persona... animal con alma
y ausencias, mujer al borde, en el vórtice, única
y solitaria.
Nunca
hay complacencia en el estilo. Nunca hay un recurso
de fuga ante el trabajo exigente del pequeño punto,
la fina línea. Nunca se abandona la precisión. El
mismo rigor, en cada una de sus obras, la misma inalterable
exigencia. Esto podría conducir a la expresión de
imágenes más planas, menos complejas, más racionalmente
codificadas y sobrevalorar así, la riqueza de la forma.
En sus dibujos, es expresión de complejidades anímicas,
de depuradas indicaciones sobre la imprecisión de
las emociones, este es el territorio de la evocación.
(Fragmentos
del mismo título, que aparece publicado en Revista
ARTECUBANO Nro. 2/2000.)