Afrocuban Anthology  
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Enelio Suárez: la cuarta base.

por María Esther Ortiz

La muchacha de la perla (óleo /lienzo)

Orlando Rodríguez sonríe, Enelio se ha levantado de la mesa donde estamos y ha salido un momento; entonces, me dice: “No fue fácil, el muchacho es un pelotero natural, tiene talento, podía haber sido tremendo jugador...”

Porque hemos hablado de pelota, de la vocación, de la elección. Ese juego de béisbol que apasiona a los cubanos y que Enelio practicó, entrenado por Orlando, el amigo que lo está viendo dibujar mientras conversa. Ese juego que un día, y bien temprano en la juventud, lo hizo decidir de una vez qué haría en la vida: dibujos o jonrones. Y sonríe el entrenador al confesar que siempre quiso saber cómo se sentiría el Director de la Escuela de Arte o el del Instituto Superior de Arte, cada vez que recibían las solicitudes de las licencias deportivas...

Este artista es un profundo observador de las personas, con un oficio minucioso, exigente en el empleo de técnicas tradicionales de la cocina del pintor y una pasión –compasión, humanidad- que no cede ante el retrato de lo paranormal, de las conductas de la infelicidad o de la magia arquetípica de un modelo realizado en sí mismo. Al enumerar estas constantes apreciadas en su discurso, recuerdo que al comentar sus intereses expresivos, me citaba los versos de Silvio Rodríguez: “He preferido hablar de lo imposible, porque de lo posible se sabe demasiado”.